19/4/09

Dario

Dario Mateo acaba de enviar una nota colectiva en donde adjunta una carta escrita a Julio Cortazar, por un profesor amigo de este ultimo.

Esta no es la primera vez que alguien trata de escapar del monstruo.

Mi amigo Julio que ya intuyó lo que se avecinaba, me pidió una vez que, si algún día se diera el caso en el que el monstruo estuviera tan extendido como para que nadie pudiera notarlo ni sentirlo, si algo de nosotros formase ya parte del monstruo mismo, significando esto que escapar de él provocara arrastrarlo con nosotros, hiciera uso de aquellos manuales que tan cuidadosa y minuciosamente había él escrito para expulsar, antes de que fuese demasiado tarde, lo que de iniquidad monstruosa hubiese en cada persona.

Y es por eso mismo que leo y releo el manual de instrucciones y todos los demás que trazan, como a oscuras, a manos ciegas, el perfil de esa sombra que campa a sus anchas amenazante por cada hora de aliento humano. Por ello me devano los sesos minuto tras minuto, en registrar cada nuevo movimiento que me permita ver, aunque fuese un breve destello fugaz, algo del monstruo. Algo que lo ponga en evidencia.

Este ejercicio de observación lo realizo con el temor inconsciente de que evidenciar al monstruo puede suponer ponerme a mí mismo en evidencia o peor aún, que aniquilarlo sea eliminar algo de mí a lo que no sé incluso, si estoy dispuesto a renunciar o no.

Ni tan siquiera ahora, cuando trato de hacerle frente en la oscuridad del día, me permite que lo desvele. Por eso mismo al intentar escribir sobre ello, me irrumpe y me interrumpe y me persigue en forma de trabajo o de salario, agazapado tras la mirada virgen de mentes jóvenes que vienen a instruirse estacionando su tiempo como coches en un parking, dispuestas a ser entregadas en sacrificio, de por vida casi, a ser presas de lo peor de Él: Ser esclavos de Su tiempo.

Y es a mí a quien le toca prepararlas y entregárselas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario